«Léelo despacio, por favor. Sobre el azogue espejado del Mediterráneo el cielo se va tornando cárdeno, malva; luego, franjas añil y rosa se difuminan por levante. Las olas baten despacio. Hemos venido a ver amanecer, tras perseguir los sueños de la noche. Más allá de los campos de batalla sangrientos y que, antes o después, serán arados; donde la poesía muerde el polvo ante las sombras y sin embargo sigue latiendo; Ritmo toca».«No se da importancia. Como no se la da el sol cuando desteje nubes blanquecinas. El temblor de la luz llena de cielo el espacio. Se deslían el blanco y el azul. Ritmo afina una clavija y sigue tocando; mientras lo haga, por qué volver a casa». Emilio TriguerosRitmo y temblor