La sociedad del primer tercio del siglo XX ofrece una imagen en ocasiones confusa, consecuencia de la superposición de corrientes estéticas, ideologías políticas, movimientos sociales e, incluso, cambios de soberanía en diferentes territorios. A esa complejidad general corresponde la inquietud, y a veces la perturbación, de quienes sufrieron con mayor sensibilidad esos cambios, una constelación de nombres que en ocasiones no aparecen en la nómina principal de cada literatura, pero que, como en el caso de Francisco Valdés, resultan el mejor síntoma del malestar de su tiempo.