En Sevilla la línea entre la realidad y la ficción se difumina y se confunde. ¿Podría tener cabida en este lugar fantástico un vampiro que comulgase con la idiosincrasia de la ciudad? Uno que morase entre los estrechos callejones del barrio de Santa Cruz, que se paseara por los claroscuros de la Alameda, que tapeara en el Arenal... Que hubiese vivido los momentos más grandes de la ciudad, la Hispalis romana, la Isbylia árabe, la conquista del rey católico. Y que ahora tuviese una silla para ver la Semana Santa y una caseta en la feria. Que cambiase la soledad de los lúgubres castillos góticos por el bullicio de la Alfalfa.